La deficiencia auditiva o hipoacusia se asocia directamente con las dificultades para aprender a hablar.
Además, podemos encontrar las siguientes anomalías:
- Desarrollo socioafectivo alterado o retrasado en función del nivel de comunicación con los que le rodean.
- Manera de andar ruidosa arrastrando los pies, como efecto de la sordera y no como trastorno de marcha.
- Problemas de atención.
- Aislamiento social, retraimiento, rechazo escolar… al tener dificultades de comunicación con los oyentes, entorpeciendo así las relaciones sociales.
- Pobre opinión de sí mismo, bajo autoconcepto y autoestima.
- Atribuciones globales e internas antes acontecimientos no exitosos.
Cuando nace el bebé o antes de que se conozca el problema de la audición, los padres establecen los mecanismos naturales y habituales de comunicación con su hijo: hablan, susurran, sonríen, cantan, acarician…es decir, se dirigen al niño con naturalidad, estableciendo canales de complicidad y relación entre ambos. Pero cuando se presentan los primeros indicios o señales de hipoacusia la familia inicia una serie de actividades de observación para comprobar sus sospechas. Lógicamente, esta situación origina cambios en las conductas de los padres, en el tipo de relación con el hijo.